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Comunicacción, Oriente Próximo, Palestina e Israel

El antisemitismo: viejas etiquetas para desinformar sobre la causa palestina o cómo prostituir el dolor de las víctimas

La independencia y la veracidad de un diario de aspiración global como EL PAÍS deben regir no sólo las informaciones, sino también las opiniones de un medio, en particular, si estas son emitidas por el mismo en forma de Editorial. Considero, como apunta el Código Europeo de Deontología del Periodismo “que la emisión de opiniones se realice desde planteamientos honestos y éticos” vislumbrando que  la Editorial de EL PAIS “ha intentado negar u ocultar la realidad de los hechos o de los datos”.

Es totalmente falso que las más de 40 oenegés y colectivos que forman parte de la RESCOP (Red estatal contra la Ocupación de Palestina) así como el grupo impulsor de la campaña, BDS País Valencià, instáran a la organización del festival a exigir una declaración al artista estadounidense. De la misma forma EL PAÍS alimenta la confusión y la incitación a la discriminación y, además, cruza una importante línea roja cuando afirma que esta declaración se le exigió simplemente “por ser judío”.

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Solo hace falta recordar que la petición de cancelación formulada por BDS País Valencià no guarda relación ninguna con la identidad étnica, religiosa o nacional del cantante. Tanto para BDS País Valencià como para los promotores de toda campaña de BDS cultural, el origen étnico o religioso es “irrelevante”, algo que se demuestra repasando brevemente la larga lista de artistas boicoteados por dicha campaña y que no son ni israelíes, ni judíos. La petición de cancelación, fundamentada en la presencia de alguien contrario a los valores que sostiene el prestigio y la imagen del Rototom Festival (Los Derechos Humanos y la paz) se realizó a la organización del mismo, no al artista y se basó en el apoyo explícito de éste al ejército israelí, a su incitación al odio contra el pueblo palestino y a su defensa del ataque contra la Flotilla de la Libertad. No había lugar para un artista así en un lugar como ese y así lo hicieron saber.

Es vergonzoso que un diario serio aborde de forma tan mediocre una campaña internacional que ha supuesto un cambio en la estrategia global contra la ocupación de Palestina. La falta de rigor en la editorial Discriminación inaceptable, no deja lugar a dudas de que ha sido usada como un instrumento al servicio de la propaganda y la desinformación, situando el debate en el antisemitismo, donde la hásbara (la propaganda propia israelí) se siente cómoda y no en la impunidad de Israel, la justicia internacional y el cumplimiento de los Derechos humanos, eje central de la campaña.

EL PAÍS aborda con frivolidad el antisemitismo. La explotación del mismo como etiqueta difamatoria no solo busca deslegitimar a un movimiento solidario, global y basado en la noviolencia como el BDS, sino que hace un flaco favor a las víctimas judías del holocausto, desvirtuando el término y prostituyendo su significado. No es la primera vez que EL PAÍS abandera las críticas a los movimientos sociales críticos hacia las política de apartheid y discriminación racial que Israel practica en Palestina. Ya ocurrió con varias informaciones publicadas por este diario sobre las Jornadas BDS organizadas por la Asociación Al-Quds, integrante de la RESCOP y que la Defensora del Lector se apresuró a corregir. Sólo así se alimenta el carácter de víctima universal del pueblo judío, leitmotiv de la impunidad de Israel y paraguas moral para la continuación sistemática del proyecto de limpieza étnica y ocupación de Palestina emprendido hace ya más de 67 años.

Por último, es llamativo el uso indiscriminado del origen étnico/religioso en las informaciones y que la mayoría de códigos deontológicos de la profesión periodística adoptados por los profesionales de la comunicación limitan a cuando sea imprescindible para comprender la noticia. ¿Acaso hay algo más antisemita que destacar el origen étnico o religioso? ¿No está EL PAÍS, con ello alimentando, precisamente, lo que critican? Con esta actitud El País no ayuda a explicar, comprender o aclarar qué es el BDS y porqué se emprendió una campaña contra la actuación del artista estadounidense Matisyahu en el Rototom, función última de los medios de comunicación, sino más bien a alimentar el odio y la confrontación: en definitiva, a alimentar el antisemitismo.

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