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Oriente Próximo

La balanza siria

La estanqueidad del régimen de Bashar Al-Asad le ha permitido al presidente mantenerse alejado durante décadas de grandes revueltas que atentaran contra el sistema. La construcción de dos frentes de lucha, el islamismo radical y el estado sionista, produjo un efecto de letargo en las aspiraciones políticas de su población, que no consiguió, como en Túnez o Egipto en los 90, comenzar con un proceso de liberalización política pasando de un sistema autoritario pluralista a un régimen multipartidista.

Ha sido la Primavera Árabe, a la que Damasco ha subestimado desde sus inicios, la que está dañando su imagen internacional y abriendo el camino a posibles injerencias extranjeras. Los movimientos de Al- Asad consistieron, desde el comienzo de las revoluciones en Túnez y Egipto, en reforzar la ya desgastada idea del enemigo común. Pero no funcionó. Para Al-Asad el Estado Socialista Sirio, que proporciona cierto nivel de vida digno a su población, era el colchón que amortiguaba las posibles revueltas que sus vecinos árabes acababan de vivir.

Pese al férreo control de la oposición política, los medios de comunicación y telecomunicaciones; la confrontación contra los salafistas, (de gran protagonismo desde la experiencia libia y cada vez más en Egipto), el estado de alerta contra un Israel que ve con incertidumbre y quietud la situación de sus vecinos, el 15 de marzo del año pasado se realiza un llamamiento a salir a las calles en el recién inaugurado Día de la Ira en Siria. Miles de personas acuden a la llamada, aunque no termina de cuajar. Tienen que pasar unas semanas hasta que en la localidad sureña de Deráa, la policía del régimen detiene a unos niños por escribir en un muro consignas contra el gobierno. Es entonces cuando se extienden las protestas.

La cronología de los hechos, desde el estallido de la revuelta siria, revela a una oposición inconformista que ha ganado músculo gracias a la respuesta violenta que el gobierno ha combinado con reformas sistémicas como el levantamiento del estado de emergencia el pasado 19 de abril, la liberación de presos políticos y posterior amnistía general y la llegada de una nueva ley de partidos en el pasado verano. La disonancia entre el discurso reformista y el estado de sitio al que somete a las ciudades de Homs, Deráa o Hama, no ha bastado, como ocurrió en Egipto, para acallar al movimiento.

Entre tanto, la oposición sigue los pasos de Libia: solicitan una intervención extranjera, constituyen un Consejo Nacional Sirio (CNS) y se dotan de una fuerza armada, el Ejército de Siria Libre, nutrido de desertores del ejército oficial del régimen. Se construye, por tanto, un gobierno paralelo que está convirtiendo a la región en un escenario de guerra civil con visos de provocar un conflicto interregional en Oriente Próximo e internacional con posturas enfrentadas que mucho nos recuerdan a la Guerra Fría. Muy especialmente después de las fallidas resoluciones del Consejo de Seguridad vetadas por Rusia y China (que comparten régimen político, ideología histórica y bases militares: Rusia no está dispuesta a renunciar al puerto de Tartús, único en el mediterráneo), unido al impulso al derrocamiento de Al- Asad por parte de la Liga Árabe como marca local de los intereses de Occidente.

De haberse realizado la intervención extranjera, la situación no mejoraría como lo han demostrado las anteriores injerencias extranjeras en asuntos internos. Iraq o Libia son claros ejemplos. Sin embargo, el impacto mediático en occidente de los cientos de muertes de civiles han dejado huella. Si la intervención sirve para calmar un conflicto interno y no para colocar a gobiernos títeres, cosa que no ha ocurrido antes, podría justificarse, pero el hecho de que asuman el poder gobiernos al antojo de occidente y de los países del golfo, se antoja difícil para solucionar una situación interna compleja que puede estallar como una bomba de relojería si se fuerza la salida de Al-Asad.

Resurge el conflicto interno

Si algo puede valorarse desde el exterior en muchos de los países de Oriente Próximo es el control de sus gobernantes sobre la amalgama de aspiraciones políticas segregacionistas de las diferentes culturas y religiones que la pueblan. Una imposición de paz social que, en el caso de Siria, nunca ha sido fácil.

Pese a que el 70% de la población siria es suní, las élites del poder han pertenecido desde 1963 a la rama chií alauita, y más concretamente a la familia de Bashar Al-Asad, que sólo concentran el 12% de la población. Un numeroso grupo de cristianos en la costa norte, drusos en las montañas del sur y kurdos al norte del país, completan un crisol de etnias, culturas y religiones de 21 millones de habitantes.

Las revueltas, como en el caso de Libia, han dejado sin trono a los “herederos” del mundo árabe y han desatado las tensiones interétnicas y religiosas que la falta de participación política y libertades han ido cultivando en la sombra. Ya en 1982, Hafez Al -Asad aplastó una revuelta islamista y destruyó Hama matando, al menos a 20.000 personas en febrero de 1982. Justo 30 años más tarde, su hijo repite la jugada con la vecina Homs.

La situación humanitaria es insostenible. Casi 6000 personas han muerto ya en los enfrentamientos entre fuerzas oficiales del régimen y oposición, aunque hay fuentes que elevan éstos datos más allá de los 10.000. El Comité Internacional de la Cruz Roja ya ha pedido a Rusia que intermedie un corredor humanitario para dar salida a los miles de heridos y suministrar alimentos y medicinas a una población que ya sufre de falta de alimentos. La evacuación de los heridos y periodistas internacionales, entre los que se encuentran Javier Espinosa, periodista de El Mundo, sigue muy complicada.

Una situación que, a diferencia de las de antes, y muy especialmente, de la masacre de Hama, los medios informativos de medio mundo fijan la mirada hacia cualquier pequeña insurrección que puedan definir como «primavera árabe». Al principio, pese a que en el exterior se daba por consolidada la extensión de las revueltas árabes a Siria, en clave interna, el asedio a varias ciudades era visto como la normal represión del régimen ante una revuelta islámica. La comunidad cristiana de Damasco y Alepo, muchos suníes y alauíes se mantuvieron al margen. En la actualidad, los frentes de oposición han conseguido avivar la llama en contra de las minorías, especialmente contra los alauíes.

El discurso oficial busca reorientar ésta situación. El presidente está aprovechando algunos incidentes armados contra las minorías para unirlas contra los suníes y ofrecerles protección. Aunque en realidad, es él y su régimen el que se protege con las minorías.

El conflicto se extiende

Los conflictos políticos y sociales en el mundo árabe han demostrado tener una permeabilidad fluida y la importancia de los mismos para la comunidad internacional, así como sus respuestas, muy diferentes dependiendo de los intereses de éstos. En el caso de Siria, el problema es mayúsculo, por su situación geográfica (cercana a Israel, Turquía o Iraq), por sus intereses geopolíticos (Rusia y China han retomado las ya olvidadas posiciones de la Guerra Fría para recordar que no todo está perdido) y militares (Siria es para Irán lo que Qatar para EE.UU.)

Así las cosas, y tras casi un año del comienzo de las revueltas, el conflicto se ha trasladado al vecino Líbano, los altos del Golán ocupados por Israel y la frontera con Turquía.

Pero es en Líbano, donde el conflicto está avivando el fuego que desde siempre ha habido entre Beirut y Damasco. Los refugiados de Homs y otras ciudades al sur del país, acuden a Líbano pese a que las autoridades del país vecino dificultan la entrada de los heridos. Los enfrentamientos entre las milicias suníes y los alauíes libaneses se han desatado en muchas ciudades fronterizas y ya existen cientos de desplazados.

Desde el asesinato en 2005 del presidente suní Rafic Hariri, al que las autoridades libanesas adjudican a Hezbolá –el partido de Dios- aliados de Siria, Líbano mantiene una guerra descafeinada y silenciosa contra los alauíes en su territorio. Las milicias salafistas y el Movimiento del Futuro han desatado en los últimos meses una ola de violencia sectaria que busca acabar con las minorías, especialmente la alauí, del territorio libanés.

En el caso de Israel, la cuestión es bien distinta. Embarcado en una guerra psicológica y mediática con Irán, la caída del régimen de Bashar Al-Asad le beneficia ya que rompe el eje (Hamás- Hezbolá -Siria) liderado por Irán en Oriente Medio. Pero también Siria, y de eso se encargó Al- Asad, era vista por parte de Occidente y de Israel como un muro de contención del radicalismo islámico, lo cual era especialmente apreciado en el estado judío después de que los procesos de aperturismo partidista en Egipto y otros países de la región, daran como vencedores a los hermanos musulmanes, muy presentes como fuerza de oposición en Siria.

Sin embargo, la precipitada caída del régimen de Damasco trae de cabeza a las autoridades de Israel. Lo nutrido del ejército sirio en cuanto a armas y capacidad militar se refiere, puede acabar en manos de Hezbolá o Hamás en un último intento de Al- Asad de desviar la atención y reunificar a su población contra un enemigo común. Ya lo intentó al comienzo de las revueltas cuando, según analistas internacionales, impulsó una campaña de movilizaciones de palestinos en los Altos del Golán, que acabó con un enfrentamiento armado y varios muertos por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) en sus siglas en inglés.

Muchos piensan que lo único que puede detener una guerra abierta con Israel y una expansión del conflicto nacional a regional e incluso, internacional, es la pronta intervención militar en Siria, a la que Francia, próxima a las elecciones, ya ha adelantado que de realizarse, no sería recomendable una intervención occidental, sino de los propios países de la Liga Árabe. Esto, dicen los expertos, prevendría a Irán de atacar a Israel y viceversa, manteniendo el frágil, delicado y siempre controvertido balance de poderes en Oriente Próximo.

Versión extendida del artículo en AIC «El difícil equilibrio de Oriente Medio se juega en Siria»

Comentarios

2 comentarios en “La balanza siria

  1. Respeto mucho y cariño más! Muy bueno el artículo de Siria, me ha servido para ordenar ideas y clarificar informaciones confusas! Para los que estamos interesados en el tema: impecable.

    Pero aquí va mi recomendación/crítica constructiva: un poco más corto, mejor. No por mí, sino por ponerme en la piel de un lector no necesariamente tan interesado en el tema. Si no lo conoces mucho y de una ojeada ves un texto largo con mucha info y nombres/ partidos / tendencias que no conoces, puedes desestimar la lectura antes siquiera de empezarla.

    Publicado por Jorge | 29/02/2012, 18:44

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  1. Pingback: Las víctimas sirias necesitan otra izquierda | Blog de Javier Díaz Muriana - 07/09/2013

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